martes, 1 de octubre de 2013

DE DAMOCLES Y ESPADAS.


   Cuenta una antigua leyenda griega que en la corte de Dionisio II, (un tirano de Siracusa (Sicilia) del siglo IV a. C.) había un cortesano excesivamente adulador de nombre Damocles. Así, Damocles se dedicaba a propagar entre todo aquel que quisiera escucharle, que Dionisio era realmente afortunado al disponer de tan gran poder y riqueza. Hasta que los rumores llegaron a oídos del strategos y Dionisio, deseoso de escarmentar al adulador, se ofreció a intercambiarse con él por un día, de forma que pudiera disfrutar de primera mano su suerte. Esa misma tarde se celebró un opíparo banquete donde Damocles gozó siendo servido como un rey. Sólo al final de la comida miró hacia arriba y reparó en la afilada espada que colgaba, directamente sobre su cabeza, atada por un único pelo de crin de caballo. Inmediatamente se le quitaron las ganas de los apetitosos manjares que le sirvieron y los hermosos muchachos que había pedido, y pidió al tirano abandonar su puesto, diciendo que ya no quería seguir siendo tan afortunado.

   Desde entonces, "la espada de Damocles" es una frase acuñada en alusión a este cuento para ejemplificar el peligro que se instala en aquellos que ostentan un gran poder, pues no sólo pueden perder los lujos y la gloria de golpe, sino todo lo demás, incluida la vida.

   Pues bien, en estos tiempos, son muchos los envidiosos, celosos, ambiciosos, egoístas, avariciosos, resentidos, recelosos, suspicaces y desconfiados que pueblan nuestra casta política. Ilusos y despiadados congéneres, que cual estúpidos Damocles son cegados por el brillo del oro y ansían más que cualquier otra cosa el trono de rey. Muy posiblemente el tirano Dionisio fue uno de esos mismos espécimenes, y al igual que el resentido Damocles, descubrió la espada demasiado tarde. Pero ah!!, cruel destino. Siempre hay una espada. Siempre está ahí. Escondida. Al acecho. Esperando el más mínimo signo de debilidad o la presencia de un nuevo aspirante a rey más joven, más guapo, desconocido, pero igual de ambicioso que el anterior con el que divertirse, y la crin de caballo, curiosamente, deja de soportar el peso de la vida, y se dirige, inexorable, hacia la garganta del inquilino del trono, cercenando no sólo su cabeza y arrebatándole la vida, sino dejando en sus restos la expresión de incredulidad del que se creía invencible.

   Políticos del mundo, mirad hacia arriba y tened por seguro que tarde o temprano la espada caerá sobre vosotros. De vuestros actos dependerá que tengáis ayuda para convatirla, o que estéis solos frente a vuestro destino.

   Pero no quiero dejarlo así en el aire. Hoy quiero dar un ejemplo práctico de uno de esos locos que se subieron sin pensárselo dos veces sobre el caballo de la batalla. Negro como la noche. De poderosos músculos que entornan sus imponentes patas. Cubierto de pelo brillante azabache y crines indomables. De ojos profundos y alma sin dueño. Y comenzaron una loca carrera pensando que dominarían a la bestia. Ellos sí. Pero ah!!, cruel destino. Siempre hay una espada. Siempre está ahí. Escondida. Al acecho. Y hace tiempo que cortó las riendas de su caballería, Y ahora viaja sólo. A merced del monstruo. En una furiosa y vertiginosa cabalgada que únicamente le puede llevar al desastre.

   Pero es que además, como todos los avariciosos y egoístas candidatos a los tronos, es un maldito cobarde que no se atreve a bajar de su montura. No quiere saltar en marcha, pues por encima de todo, aprecia su pellejo sin importarle lo más mínimo el de los súbditos que lleva atados detrás y cuyos destinos dependen del curso y final de su lucha con el Leviatán.

   De nombre Arturo (perdón, Artur) y de apellido Más (aunque venido a menos...), el loco que nos ocupa ostenta el trono de Cataluña. Y en la despreciable búsqueda de más poder y más oro, hace tiempo que perdió las bridas del caballo de la independencia. Y ahora corre sin rumbo y sin camino. Cada vez más cerca de un precipicio angosto y profundo. Un precipicio yermo y sin vida.

   Y lo peor de todo es que él y los suyos, el resto de locos que pensaron que serían su corte una vez conseguido el maná, sabían del infierno al que dirigían a su pueblo. Y aún hoy siguen mintiendo arengando a sus cachorros, esos que crían cual perros de caza, encerrados en una tierra falsa, de historia inventada y con héroes de cera, dispuestos a morder y matar a quién le han enseñado que es la presa, y les siguen contando que bajo ese abismo les espera una especie de "Whalhalla" donde los guerreros encontraran la gloria. Un oasis de riquezas infinitas, aguas cristalinas y alimentos celestiales en medio del duro desierto donde viven.

   Y yo les digo, separatistas catalanes, vascos y de la madre que los parió.....¡¡¡tirénse de una vez por el despeñadero!!! Vivan su lugar soñado.  Compartan con sus hermanos la ceniza y el polvo, y cuando eso ya no les satisfaga, degusten sus carnes traidoras y extínganse entre ustedes.

   Pero a España, a los españoles y a los cuerdos, ¡¡déjennos en paz!!


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