lunes, 26 de diciembre de 2011

A CHRISTMAS "HEAVY" CAROL

   Yo tengo una costumbre muy ligada a la Navidad. Bueno, en realidad, son varias: poner el belén, decorar la casa, cenar en familia, comer en familia, volver a cenar en familia, salir en familia, entrar en familia, esperar a los Reyes Magos....en familia..., ...etc. Pero no es de esas costumbres de las que vengo a hablar. Mis queridos lectores saben que soy una especie de monstruo devorador de libros. Y si son asiduos de el rinconcito en el que semana tras semana se escapan mis sentimientos que es este blog, recordarán que comencé mi andadura citando a un autor en concreto. El que para mí es uno de los padres de la literatura, el genial Charles Dickens.

   Y es que año tras año, llegadas estas fechas navideñas, fechas que reconozco, adoro y disfruto con la misma alegría de cuando era una niña, aprovecho para releer una de sus obras más conocidas: "A Christmas Carol", traducido al español, "Canción de Navidad" o más literalmente: villancico.

   Para mí, este "A Christmas Carol" siempre ha sido uno de los tesoros de la humanidad. Sus páginas encierran la respuesta al misterio del verdadero espíritu de la Navidad. Y si alguno de vosotros todavía no ha conocido al verdadero Scrooge, a su risueño sobrino, al bueno de Bob Crachit y a sus pequeños, al espíritu de Marley o a los 3 Espíritus de las Navidades pasadas, presentes y futuras, ¡¡ya tardáis!!. ¡¡Corred!! ¡¡El tiempo apremia!!. ¡¡ Conseguid un ejemplar del mejor "villancico" de todos los tiempos y disfrutad de los sabores y olores de "[...]los grandes, redondos, panzudos cestos de castañas, semejantes a encorsetados vientres de caballeros juerguistas, apoyados en las puertas y mostrando a la calle su apoplética opulencia. De las rojizas cebollas de España, de abultada cáscara parda, exhibiendo su obesidad como frailes españoles y guiñando el ojo desde los estantes con socarrona malicia a las muchachas que, al pasar, miran con gazmoñería las ramas de muérdago. De las peras y manzanas amontonadas en altas y flamantes pirámides; de los racimos de uvas colgados llamativamente de ganchos por la benevolencia de los tenderos para que a los viandantes se les haga gratis la boca agua; de los montones de avellanas, ocres y aún musgosas, que recuerdan, con su fragancia, antiguos paseos por el bosque y agradables caminatas, con los pies hundidos hasta los tobillos, por la hojarasca seca; de las manzanas de Norfolk, rechonchas y atezadas, que destacan entre el amarillo de las naranjas y los limones y que, con su compacta jugosidad, exhortan y suplican a los transeúntes que se las lleven a sus casas y se las coman después de cenar. De los peces dorados y plateados que nadan en una pecera situada entre frutas escogidas, que aunque miembros de una raza somnolienta y de sangre fría, parecen presentir que algo está sucediendo a su alrededor; y como peces que son, boquean dando vueltas y más vueltas en torno a su pequeño mundo con lenta y desapasionada excitación [..]"

   De hecho, hasta que no realizo el ritual de la búsqueda excitada de mi ejemplar entre mis estanterías. Hasta que no reconozco al viejo y avaro Scrogge enfrentado al mismísimo Belcebú en su portada. Hasta que no compruebo con la misma tristeza del primer día que en su lomo apenas se reconocen ya los caracteres de su título, debido a su muchísimo uso. Hasta que no abro sus tapas y recito casi de memoria sus primeras líneas: "Digamos para comenzar que Marley estaba muerto. [..] Debemos comprenderlo con claridad, o nada maravilloso podremos hallar en la historia que voy a relatar.". Hasta ese momento especial, para mí no ha comenzado realmente la Navidad. Hasta ese momento especial, no me imbulle el mismísimo espíritu de las Navidades Presentes y me vuelvo feliz y buena.

   Pero en el momento de escribir este post, aún no he releído al viejo Dickens. A pesar de que no podréis leerlo hasta el primer día de Navidad, yo aprovecho los huecos que me deja mi ajetreada vida de parada para poder preparar mis escritos, y por esa razón, aún no me he vuelto feliz, ....ni buena. Y obviamente, eso tiene consecuencias.

   Al recordar la Navidad y sus costumbres me ha venido a la memoria una costumbre que, hasta el pasado año, también tenía. Y con ello, he recordado también la rabia que me han dado siempre esas personas que retuercen el diccionario con la ilusa pretensión de intentar dar tintes de verdad a una simple y vil mentira. Miren ustedes, no hay cosa en el mundo que más me exaspere, (bueno,..junto con que me interrumpan cuando estoy hablando, ...pero eso es otra historia...) que, que me tomen por tonta. Por mucho intento de vestir a la mona de seda, mona se queda. Y que intenten convencerme de que esos morritos grandotes, que esas orejitas salidas, y ese abundante cabellito negro son imaginaciones de mi psique y que estoy en presencia de la mismísima Reina de Inglaterra, me mosquea hasta llevarme a mi punto máximo de ebullición.

   Y desgraciadamente, esas tretas son las más utilizadas en este nuestro bendito país, por los etarras y por los políticos. Salvando las insalvables distancias, que conste. No será mi mano pecadora quién intente decir que se acercan en nada. Pero es un hecho. Ambos maltratan nuestro riquísimo vocabulario para tratarnos como al famoso Emperador del cuento. Y allá de quién esté dispuesto a salir a la calle en cueros por creerse que lleva la tela más maravillosa jamás tejida. Pero conmigo no, por favor. Conmigo, NO.

   Supongo que ahora mismo, no estáis entendiendo nada, así que intentaré explicarme con menos paralelismos y más crudeza. Así, ...como yo acostumbro.

   Hace algunos días, para ser más concretos el pasado Viernes, 2 de Diciembre de 2011, el Partido Popular de Alfafar celebró lo que algunos afiliados participantes en ella calificaron de la Cena de Navidad. Lugar: el Parque Alcosa. El menú: a cargo de cada comensal. Recuerden estos detalles, que más tarde cobrarán sentido.

   Como antes les contaba, hasta el pasado año, acudir a la cena de Navidad del PP de Alfafar era otra de mis costumbres navideñas, pero como todo en la vida, lo que tiene un principio, ... tiene un final. La del año pasado, fue mi última cena. Y la de muchos de mis compañeros. Este año, no hemos podido asistir. Alguien se olvidó de nosotros.

   Vosotros me conocéis, sabéis que no puedo morderme la lengua, callar y dejar pasar, así que vía telefónica reproché a la Presidenta de ¿mi? Partido que hubieran tenido tamaño olvido. Contestación: "la cena era para agradecer a interventores y apoderados su participación en las Generales". Curioso. Hasta ahora, la cena de agradecimiento a los participantes en cualquier elección era, cuando éramos pobres, en la sede, donde cada uno se llevaba su bocata y el Partido ponía la bebida y las papas. Cuándo empezamos a tener dinerito, en un bar o restaurante, pero pagando el Partido. Por contra, la cena de Navidad, SIEMPRE fue a cargo de cada uno de los participantes, alternando cada año su realización en un barrio: Casco Antiguo y Parque Alcosa. El año pasado, tuvo lugar en el Cultural. Es decir en el Casco Antiguo.

   ¿¿¿Recuerdan ahora los detalles de antes??? Uff..... cuánta coincidencia junta, ¿no?....... Ahh, ... y otra curiosidad, a día de hoy (26/12/11) no ha habido convocatoria de Cena de Navidad. ¡¡¡!!!.

   Pues eso, que retuerzan el lenguaje con quién se lo crea. Pero conmigo no, por favor. Conmigo, NO.

   Y bueno, como a pesar de todo, mi lectura del clásico navideño no deja de estar cercana, y como de todos modos, no es tan fiero el león como lo pintan, queridos lectores, procedo a fingir que ya me ha imbuido el contundente espíritu navideño y paso a desearos a todos una muy Feliz Navidad.

   Que como a mí, Scrooge os guíe por los recuerdos de vuestro pasado para que en vuestro presente seáis lo suficientemente fuertes como para elegir el amor y el bien, de modo que en vuestro futuro seáis mejor personas.

¡Feliz Navidad! y como dice Tiny Tim, ¡que Dios nos bendiga a todos!

lunes, 19 de diciembre de 2011

UN NUEVO PRINCIPIO

   Se acerca el final de un año. Un año que ha sido muy difícil para mí. Un año del que necesitaré muy probablemente otro entero para poder recuperarme. Y como todo final, nos trae el presagio de un nuevo principio. Principio que, como futuro desconocido que es, nos permite soñar con multitud de posibilidades.

   Creo que como el resto de los mortales, tras la complicadísima, al menos para mí, ingesta de las uvas de la suerte (que no hay forma, oigan....... que es empezar a comer la primera y verme poseída por el mismísimo espíritu de la risa floja,....y así no hay manera!!!!!), le pediré al año salud para mí y los míos, trabajo para mí y los amigos que comparten la empresa del paro conmigo, y continuar gozando del amor de mi familia y mis amigos. Pero este año, le voy a pedir a los astros algo nuevo. Esta vez, le voy a suplicar a este nuevo principio fuerzas para conocerme más a mí misma.

   Tengo el firme propósito de hacer una revisión completa de mi más profundo interior. De hecho, es un proceso que ya ha comenzado. Y de corazón les digo, que no es nada fácil.

   Aquellos que me conocen saben que soy una persona segura de mí misma, valiente, las más de las veces cabezona hasta irritar, vehemente y decidida. Y no estoy diciendo que quiera o vaya a cambiar eso. Pero, si bien, algunas de las facetas del diamante de mi personalidad venían talladas desde que me encontraron en la roca madre de la que me sacaron (torpe símil con el que pretendo simbolizar mi nacimiento), otras han sido talladas sin duda alguna por los temporales de fuego y hielo a los que me ha sometido la vida.

   Durante el comienzo del proceso, me he hecho consciente de algo que ya sabía, pero que al ser analizado y asumido objetivamente, no ha dejado de, cómo decirlo, ..sorprenderme. Hablo del concepto genético. Es indudable que provengo, como todos, de una larga y gran familia. Y es indudable, que la ciencia genética ha hecho su trabajo legándome aspectos que sin duda van adheridos a los cromosomas que forman las famosas hélices de mi ADN. Y tras una reflexiva comparativa con las personalidades de mi familia, la conclusión ha sido evidente. Existe un gen GÓMEZ. Y no sólo es que exista, es que además, es el gen dominante en mi casta. El abuelo Julián, antes de irse, nos dejó una herencia impagable: una fuerte (fortísima, diría yo) personalidad y dos grandes cojones para enfrentar a la vida. Él mismo fue genio y figura hasta la sepultura, y cuándo la ciencia, los médicos, la experiencia y la lógica decía que se apagaría en dos días, máximo tres, el yayo Julián fue capaz de desmentirlos a todos aguantando 12 días con sus 12 noches. Sin duda, debemos buscar algún antepasado entre los tercios españoles de las antiguas milicias, pues jamás contemplé mayor fortaleza en un hombre. Y como ustedes comprenderán, no estoy dispuesta a renunciar a mi herencia. Soy GÓMEZ. Y a mucha honra. Y no recularé ni un ápice ante lo que eso supone.

   Las personas fuertes, decididas y sin miedo a defender sus ideas y su verdad, somos políticamente incorrectas. La debilidad del resto consigue que nos saltemos la norma, entendida como la vara que pone a la actual sociedad tras el raso de la hipocresía barata en la que no se habla, no se opina,  no se dice la verdad aduciendo para ello un mal entendido respeto a los demás. Mire usted, respeto: por supuesto. Y por ello, yo por ejemplo, jamás insultaré o utitlizaré ningún tipo de violencia. Ahora bien, querido lector, entienda que para demostrarle realmente mi respeto, es necesario que yo le diga a usted a su carita mi verdad y mi visión de las cosas. Si usted está preparado o no para escucharla, depende exclusivamente de usted.

   Soy consciente que es nadar contracorriente. Sé que ser así implica, la mayoría del tiempo, ser incomprendido e incluso juzgado tan dura, como erróneamente. Es el precio que hay que pagar por sentir el placer de notar en tus venas correr la sangre GÓMEZ. Y estoy tan orgullosa de esa sensación, que para mí todo lo demás no importa nada.

   Ahora bien, la reafirmación personal de que no pretendo renegar de mis raíces y por supuesto, que jamás cortaré el cordón umbilical que me une a mis genes, no implica que no existan más preguntas difíciles que hacerle a mis tripas. Es necesario que se las haga, pues es necesario para mi completa madurez que mi yo interno oiga sus respuestas. Y eso implica que las preguntas han de ser LAS preguntas. Han de ahondar en los más profundo de mis abismos, pues de LAS respuestas dependerá que se abran definitivamente mis puertas a la luz. No sé si el mundo estará preparado, porque soy consciente (y que conste que la afirmación no la hago con ningún ánimo de pedantería o suficiencia) de que dentro de mí hay mucha luz. El problema es que tres décadas de batallas intestinas y tropezones con gente incapaz de desprender más que oscuridad y fango, han ido creando una capa sólida compuesta de infamias, dolor, puñales, sangre y odio que han ido encerrando mi luz en un espacio cada vez más reducido.

   Esta vez, le voy a pedir al año nuevo, la suficiente fortaleza para ir picando esa montaña de oscuridad que ha encerrado mi alma. Y que se prepare el mundo. Mi gen Gómez y mi corazón escupiendo a borbotones la luz de mi alma, puede ser lo más parecido al Apocalipsis. .......... O al jardín del Edén.

   Se producirá la catarsis. No lo duden. Y muy pocos serán los elegidos para descubrir mi nuevo principio.

lunes, 12 de diciembre de 2011

¿¿ GERMANOR FALLERA ??

   Hace tiempo que estoy preparando una entrada dedicada a las Fallas. Todos sabéis que para mí, el mundo fallero va más allá de una pasión. Para mí es un modo de vida. Desde este momento, adquiero firmemente con todos vosotros el compromiso de compartir a través de estas líneas colores y olores del sentimiento fallero. En breve cumpliré mi palabra. Lo juro por las cenizas de mi Falla.

   Pero antes de hablar de la tradición, del arraigo, de la pólvora y la poesía, ...... me siento en la necesidad apremiante de sentarme frente al teclado de mi callado confidente y escupir todo lo que se agolpa en mis entrañas desde hace días.

   Los falleros de Alfafar hemos crecido y vivido oyendo hablar de la traída y llevada "Germanor fallera". Incluso, anualmente dedicamos un día a "celebrar" su existencia, juntándonos todos los falleros de este bendito pueblo en el "Sopar/Dinar de Germanor".

   Pero ete aquí, que al parecer, una cosa es la teoría, y otra el verdadero interior de algunas fallas (entendidas como extensión del interior de las tripas de los hombres y mujeres que los componen).

   No diré aquí, que desde niña he tenido la dicha de crecer en mi falla oyendo en todo momento que nosotros debemos hacer lo que nos guste sin pensar en premios ni en rivalidades. No diré aquí, que la palabra respeto por las demás comisiones ha sido, (y por fortuna, sigue siendo...) la más repetida entre las paredes de mi Casal a lo largo de los 32 años de existencia de mi Falla. No diré aquí que ahora que mi generación es mayor, somos nosotros los primeros encargados de inculcar esas bases y esas normas en nuestros pequeños, para que ellos tengan la oportunidad de crecer en el mismo respeto y tolerancia en el que crecimos nosotros. No diré aquí que mi Falla ha tenido mucho que ver en mi formación y mi carácter luchador e incansable a la hora de seguir aprendiendo historia y tradiciones valencianas. Y no diré aquí todas estas cosas, porque, por desgracia, habrá gente que no las crea. El sabio refranero español, tiene una sentencia clara para explicar lo que digo: "Cree el ladrón que todos son de su condición"

   Y no os asustéis, que no tengo intención de juzgar a nada ni a nadie. Si alguna falla en concreto, o algún fallero en particular, se siente aludido por este refrán, será achacable únicamente a su conciencia. No busquen culpabilidad en mis palabras, sino en sus actuaciones.

   Pero, .... me conocéis. Sabéis que jamás rehuyo hablar claro. Y ésta no va a ser la excepción. Por desgracia, a día de hoy, puedo personalizar la absoluta y mezquina ausencia del más mínimo atisbo de "Germanor Fallera" en una Comisión en concreto. Por desgracia, a día de hoy, una Falla de mi pueblo, sirve de ejemplo perfecto para ilustrar la doble moral, la cobardía y la falta total de capacidad de reconocer y valorar el trabajo y el esfuerzo más allá de sus propias narices. Por desgracia, a día de hoy, un grupo de personas que se autodenominan falleros (bajo mi punto de vista sin derecho a hacerlo) de Alfafar, han declarado una guerra cruenta y sin sentido a MI FALLA.

   A estas alturas de la película, la mayor parte de los que me estáis leyendo en estos mismos momentos, conocéis la historia. Sabéis que tras años de protestas del cuerpo de Bomberos, y no pocos incidentes ocasionados por las cremàs de mis fallas (aún se nos pone un nudo en la garganta cada vez que recordamos la vez que quemamos la puerta, el patio, los telefonillos y los toldos de la finca de al lado......), finalmente, hace dos años, el Ayuntamiento de Alfafar, a través de su Concejal de Fallas, nos comunicó que nos cambiaban la ubicación de los monumentos y la carpa, en aras de garantizar tanto nuestra propia seguridad, como la de nuestros vecinos (del hecho de que lo hicieran a penas cuatro días antes de la plantà y de las prisas y quebraderos de cabeza que eso nos supuso, no hablaré aquí, ... por no extender demasiado el relato...). Huelga decir, la tranquilidad que nos embarga a los miembros de mi Comisión desde aquel momento, sobre todo en dos momentos claves: la plantà y la cremà. No miento si les digo que nuestros estómagos y nuestros corazones han recuperado años de salud perdidos.

  Hasta aquí.....todo es perfecto, bucólico incluso, ...de color de rosa... Pero la vida no es justa, y a pesar de todo, nos tenemos que enfrentar al gran PERO......

   Resulta que los aproximadamente 50 metros que necesitamos para la seguridad y tranquilidad de centenares de personas, forman parte de la demarcación de otra Comisión. La Falla Huerto del Conde. Comisión que planta sus monumentos, su carpa y tiene su casal a unos 550 metros de la mía. Comisión que sólo pisa esos metros de asfalto el día de su plegà. Comisión que tiene una de las demarcaciones más grandes del pueblo de Alfafar. (por cierto, a ver si adivinan qué falla tiene la demarcación más pequeña de todo el pueblo......tic, tac... ¡¡EXÁCTO!!....la mía.....). Que yo recuerde, siempre han participado de las Cenas/comidas de Germanor, pero cuando ha llegado la hora de la verdad, .....su postura ha sido enviar un par de misivas a nuestra falla prohibiéndonos "ocupar" su demarcación (recuerdo, por si hay algún despistado, que nosotros, mi falla, JAMÁS ha solicitado ningún cambio. Recuerdo que fue el Ayuntamiento quién nos ordeno el traslado...) e instar a la nueva corporación ha hacer cumplir sus reglas.

   De cómo ha gestionado el nuevo Gobierno alfafarense este tema no hablaré ahora. De su demostración de conocimiento o desconocimiento del mundo fallero, no hablaré ahora. De las muestras de coherencia o incoherencia, de sensibilidad o falta de ella, o de la demostración de capacidad de tomar decisiones o no, o de su decantación o no por la justicia, no hablaré AHORA. Y no lo haré, porque esto me da para una entrada completa. O quizás para dos. Consultaré con mi almohada si finalmente lo hago. Tengo tantas cosas que contar!!!!!..... que no es cuestión de dedicarme siempre a los mismos temas.

   Mis padres, desde bien niña, me han enseñado el verdadero significado de la condición de ser fallero. Desde mi primer año de vida, he mamado en mi casa que ser fallero es sobre todo amar a tu tierra. He crecido con la enseñanza de que ser fallero es aprender y enseñar tus tradiciones. He madurado con el principio de que ser fallero es homenajear a mis antepasados. Pero sobre todo, he aprendido que ser fallero es respetar y ayudar a los demás falleros. Sean de dónde sean. Y vengan de dónde vengan. Porque ellos sienten , viven y luchan por lo mismo que yo: continuar con la más grande de las herencias de nuestra madre Valencia.

   Y traigo aquí a mis padres, porque aunque muy pocos lo sepan, esta falla, la que ahora pretende poner grilletes a nuestro derecho a hacer falla, nació alrededor de la mesa de MI abuela. Mis padres eran novios, y mi padre, festero dónde los haya, disfrutaba con mi madre y mis tíos en su falla en Valencia (mi madre, su hermana y su marido eran de la Falla Ctra. Escrivá-Coop. San Fernando) y como además de festero, siempre a sido un amante de Alfafar, les propuso fundar una nueva falla en el barrio donde iba a vivir con mi madre tras su boda en Octubre de ese mismo año. La semana siguiente a las Fallas de 1977, mi padre pagó la charanga que salió por las calles del barrio a hacer la primera apuntà. Mi padre y mi tío averiguaron cuál era el Escudo de Armas o de Familia del Conde de Ronreé, cuyo palacio se alzó en lo que hoy es la finca donde vivo. Y mi tío, pintor de profesión y de vocación, lo pintó por primera vez extendiendo durante semanas una gran sábana en el pasillo de su casa. Y esa Falla, que nació del corazón de un hombre bueno, MI padre. Que se formó sobre la intención de MI familia de hacer más grande mi pueblo. Cuyo escudo nació de la mente y la mano de MI tío. Esa Comisión, hoy, quiere arrebatarnos impunemente nuestro derecho a ser Falla con la simple y bana excusa de la titularidad de 50 metros de asfalto.

   Cuando llega la semana fallera y yo me levanto, al mirar por mi ventana lo que veo es el monumento del Huerto del Conde. Pero cuando quiero vivir como fallera, me calzo las botas, recorro los alrededor de 2 kilómetros, y llego a MI Falla. Y es que yo NUNCA he sido fallera del Huerto. Porque mis padres quisieron que yo fuera FALLERA, y por eso eligieron para mí un lugar en el que se respirara Germanor Fallera.

   Si habéis sido observadores, os habréis sorprendido de que no haya dicho aún el nombre de mi Falla. Y ahora os explico por qué no lo he hecho. Para mí, ese nombre es tan grande y significa tanto, que se merece cerrar estas líneas. Y lo va a hacer a través de las palabras que una amiga fallera escribió en su facebook hace unos días. Palabras que suscribo y que me emocionan. Palabras que con el permiso de Rosa, me permito ahora reproducir con orgullo. Palabras que hablan del aprendizaje del que disfrutamos los miembros de MI Falla. Así vivimos. Así sentimos.

   "Por más empujones que nos den, no conseguirán tirarnos. Por más impedimentos que nos pongan, no conseguirán pararnos. Por más limitaciones que nos impongan, no conseguirán hacernos más pequeños. Siempre lucharemos por ser lo que venimos siendo, una gran Comisión repleta de gente dispuesta a luchar por lo suyo. Por eso digo con gran ORGULLO: soy fallera de la FALLA L'AMISTAT D'ALFAFAR"

lunes, 5 de diciembre de 2011

DEJAD QUE LOS NIÑOS SE ACERQUEN A MÍ

   Para aquellos que somos creyentes, nos es fácil identificar de dónde proviene la frase que da título a la entrada de hoy. Según la Biblia, la pronunció nuestro Señor Jesucristo para que sus discípulos permitieran a un grupo de niños que armaban jaleo acercarse a él, y que vienen reflejadas por San Marcos en el Nuevo Testamento. Y yo me he permitido la licencia de utilizarlas porque, evidentemente, voy a hablar de niños.

   A estas alturas, todos mis lectores me conocen mínimamente, y por tanto conocen que en mi casa tuvimos la felicidad de recibir a una niña ucraniana hace ya 8 años. Pero una nunca debe dar cosas por sentadas, así que por si acaso hay algún despistado que desconoce esta importante parte de mi vida, me explicaré un poco más.

   Hace unos 9 años, y por circunstancias que ahora no vienen al caso, conocí a algunas personas vinculadas con la ONG de Torrente "Fem Futur". Ellos me explicaron que se dedicaban a realizar programas de estancias temporales de niños ucranianos de la zona de influencia del desastre nuclear de Chernóbil dos veces al año con familias españolas. Y ya no hubo marcha atrás. Conocí a las familias. Conocí a los niños. Y fue muy fácil convencer a mis padres de que nos convirtiéramos en familia de acogida.

   Casi sin darnos cuenta, estábamos una noche en el aeropuerto de Manises recogiendo a un bichito de nombre Lyudmila, con 5 años y apenas 12 kilitos de peso que no hablaba ni media palabra de español. Para siempre recordaré su risa de ese día. Como no nos entendía sólo nos miraba y se reía. Una risa nerviosa que le duró prácticamente una semana. Y como todos los principios, no diré que fue fácil. Y a día de hoy, aún no sé decir si nos costó más a nosotros adaptarnos a ella o a ella adaptarse a nosotros. Lo único que sé es que cuando después de esos dos primeros meses, de aquel primer verano que pasó con su familia (momento impagable la primera vez que vio el mar...), tuvimos que volver al aeropuerto para verla marcharse por primera vez, nuestros corazones ya tenían claro que se había establecido un vínculo familiar que duraría para siempre.

   Desde aquel lejano verano, no ha faltado en mi casa unas solas Navidades, ni un sólo mes de Julio y Agosto. Y desde entonces se convirtió en la princesa de mis amigos, en la reina de mi falla y de mi comparsa mora, en la dueña de mi casa y en la más conocida de toda mi familia. Ahora tiene 13 años, y adelantándome a la pregunta que todo el mundo se hace, NO. AÚN no se puede quedar para siempre. Lo hará, sin duda. Pero de momento el destino aún no ha permitido que pueda hacerlo. Pero tanto ella como nosotros, hemos aprendido que lo único que importa es que ella tiene aquí su casa y su familia y que tarde lo que tarde, podrá vivir en ella permanentemente. Como ella y yo decimos, es su peaje de la vida. Lo pagará hasta que le toqué...y después podrá ser plenamente feliz.

   Pero el motivo de escribir este post no es hablar de mi hermana. No es contaros su historia. No es compartir sus penas y su felicidad. La escritura de esta entrada de mi blog proviene de una necesidad largamente anidada en mi corazón. La de responder a dos afirmaciones que vienen indefectiblemente ligadas a casi todo el mundo cuando conocen ésta circunstancia de nuestras vidas. Y son dos afirmaciones que lo admito, ME MOLESTAN soberanamente. Y no, no hablo de la típica pregunta de ¿y no os la podéis quedar?. Cuando hacen esa pregunta te dan ganas de decir: "Mire usted, es que no es un perrito que me puedo comprar como regalito de reyes..." Es una persona, que vive en otro país....y por fortuna (sí, no me he vuelto loca, por fortuna) tanto su país como el nuestro tienen leyes que se preocupan por regular las formas de encontrar su lugar en la vida. Es obvio que hay ocasiones, como la nuestra, en que las leyes perjudican más que benefician. Pero no puedo pasar por alto que DEBE existir algún tipo de legislación para que el destino de miles de niños no se convierta sencillamente en un mercado de compra y venta dónde todo se consiga con dinero. Las leyes pueden ser mejores o peores, más estrictas o menos, ... pero deben existir aunque a mi hermana le estén robando años de su vida.

   Básicamente, me refiero a dos expresiones. La primera: "Yo no podría. Si me lo dejaran para siempre sí, pero que luego se vaya...no.". La segunda "Qué gran obra de caridad hacéis". No sé cuál de las dos odio más.

   Debido a otras muchas circunstancias que tampoco ahora vienen a cuento, a lo largo de los años me he ido implicando cada vez más en la ONG con la que viene mi hermana, hasta el punto de haber sido elegida para formar parte de su Directiva por las dos últimas Asambleas. Este hecho, me permite conocer de primera mano las historias y las circunstancias de todos los niños que vienen con nuestra asociación. Y el conocimiento de la realidad ucraniana culminó cuando, formando parte de la delegación que Fem Futur envía cada año a visitar el país y a sus autoridades para firmar la documentación necesaria para que nuestros niños puedan venir en acogimiento temporal, pude visitar un gran número de los orfanatos, casas de acogida, hospitales y chabolas en las que viven nuestros hijos y hermanos mientras están en Ucrania. No voy a hacer un relato de lo que allí viví y de lo que pude ver. Baste decir que tuve que entrar en lugares que no volvería a pisar ahora que los conozco.

   Y todo esto me lleva a la primera de mis odiadas frases: "Yo no podría". Miren ustedes. Cuando se van, no es duro, es durísimo. Hay que ser fuerte para hablar con ellos semanalmente sabiendo las condiciones en las que viven y en las que vivimos nosotros. Se les echa de menos todos los días, y en todo momento preferiríamos que estuvieran aquí. Pero es que la decisión de acoger no la tomamos por nosotros. ¡¡LA TOMAMOS POR ELLOS!!. Todos los niños que tienen la grandísima fortuna de venir a España o a otros países de acogida, tienen la posibilidad de mejorar su vida. Su peso mejora. Su salud mejora. Se marchan con las suficientes defensas como para soportar los rigores de sus fríos inviernos. Llegan a sus "casas" cargados de ropa y accesorios para ellos y buena parte de sus compañeros. Pero sobre todas las cosas, esos niños nos enseñan que los occidentales nos hemos vuelto en exceso materialistas. Todo lo valoramos en relación con lo que tenemos o lo que no. Y ellos te demuestran que lo que más necesitan es AMOR. El calor de una familia. La referencia de unos padres. El ejemplo de unos hermanos. El saber que otro modo de vida es posible. Que el mundo puede ser muy diferente de las paredes de sus orfanatos. Tanto a ellos como a nosotros, se nos hace difícil la separación física. Pero el hecho de no participar del acogimiento familiar por el dolor que YO puedo sufrir, es un egoísmo grandioso que impide el desarrollo personal y una oportunidad de vida para muchos niños. Entiendo que no todo el mundo está preparado para acoger. Como he dicho antes, no son animalitos. Son personas con necesidades físicas y sobre todo psicológicas. El acogimiento requiere de grandes dosis de paciencia y de una gran capacidad de entrega. Pero SIEMPRE hay que hacerlo pensando en los niños y en los hombres en los que se convertirán. No en nosotros.

   "Qué gran obra de caridad hacéis". ¡¡¡NOOOO!!! No es una cuestión de caridad. Es una asunción de responsabilidad. La Europa del este, África, buena parte de Asia, América del Sur...son muchas las zonas de nuestro mundo que necesitan con absoluta rapidez ayuda para no morir de hambre. Hablamos de lo más básico. Comer. Miles de niños mueren por desnutrición cada minuto. La falta de alimentación lleva a deficiencias de salud. Y eso, a la enfermedad y a la muerte. Y no es una cuestión de caridad ayudar a paliar éste problema. Es una cuestión de asumir que el destino nos dio el regalo de nacer en el primer mundo, pero que eso no nos hace superiores. Simplemente, fuimos más afortunados. Y es responsabilidad nuestra concienciar a las generaciones que vienen detrás de las nuestras de que esto debe tener solución.
Jamás las familias de acogida nos planteamos hacernos responsables de la vida de un ser humano para que nuestros vecinos nos alaben o para que Dios nos lo pague. Lo hacemos porque sabemos que en Ucrania (aquí podemos poner cualquier otro nombre) hay miles de niños que necesitan cariño y guía. Y nosotros podemos brindársela. Y el gran milagro, la gran sorpresa...es que al final te das cuenta de que tú has recibido mucho más de lo que has dado. Porque las caricias de esos niños, no tienen precio. Sus besos, saben a cielo. Sus abrazos, huelen a nubes. Y sus sonrisas, son lo más parecido al sonido de un ángel. Porque allí dónde la necesidad se siente con mayor agudeza, su capacidad de devolver amor es más grande. Porque es su única moneda. Y la más valiosa.

   Todo el mundo debería tener la ocasión de vivir la experiencia única de poder colaborar en la creación de una oportunidad de vida más allá de las paredes de su hogar. Sin esperar nada a cambio. Sin importar las dificultades que entrañe. Sobreponiéndose al dolor que suponga. Después de eso, puedes contemplar cómo la balanza del Universo se acerca un poquito más al equilibrio, y lo hace porque hay más amor en el plato más necesitado.

   Dejad que los niños se acerquen. Y si no lo hacen, ... acercaos vosotros. Descubriréis lo más parecido a la felicidad.