miércoles, 27 de mayo de 2015

EL PACTO

   Mis queridos leyentes, aunque no me creáis, os he echado mucho de menos. Demasiado tiempo sin pasar por esta esquinita mía dentro del inmenso espacio virtual. Pero las circunstancias mandan, y algunos (muchos) otros menesteres han absorbido tiempo y energías. Pero aquí estoy. Y espero haber vuelto para poder quedarme. (Lo prometo, amigo Óscar).


Y, ¿cómo iba a volver yo a estos momentos de reflexiones y confidencias, mejor que hablando de política? De ningún otro modo.


Tres días. Hace 72 horas que, mientras algunos celebrábamos ceremonias y celebraciones familiares (benditos momentos que nos juntan a todos y me permiten convertirme en niña de nuevo), los municipios y comunidades de España se jugaban su futuro.


Y el resultado ha sido, el que ha sido. Como persona conservadora que soy, no puedo alegrarme del desenlace. Como valenciana de corazón y raíces, me preocupa, y mucho, tener que volver a luchar por defender quién soy y de dónde vengo. Como ciudadana, me inquieta la incertidumbre de depender de arreglos entre "pequeños" partidos que quieren su parte del pastel y que la misma noche del vigésimo cuarto día del quinto mes ya tenían los cuchillos afilados y en alto preparados para el banquete.


Y es que, a diferencia de la nueva moda, a mi NO me gusta el fin del bipartidismo. A mi no me gustan trescientos pequeños reinos de taifas intentando gobernar un sólo territorio.


Creo absolutamente en la igualdad, en la libertad y en derecho a la defensa de unos intereses o pensamientos, sean cuales sean y vengan del lado que vengan, siempre que se mantengan dentro de la legalidad y la cordura. Pero eso no implica que puedan convivir como personas de Estado, que vayan a olvidar sus diferencias para hacer lo mejor para el pueblo. Eso, amigos, es imposible.


Y porque es imposible, es desalentador, preocupante e incluso peligroso, que en los lugares en los que van a decidir de cuánto dinero dispongo yo al mes, de cómo me trate mi médico o del colegio al que pueden ir mis sobrinos, el poder de ejecución esté tan fragmentado que sea necesario vender poco a poco los recursos, los puestos, las cuotas, los sillones o incluso las moquetas.


Gobernar es decidir, y para decidir es necesaria una calma y una seguridad imposible en este momento.


No, no me gusta Podemos. Ni Compromís. Ni Ciudadanos. Ni el PSOE. Ni el PP (a pesar de todo, ya era hora de que salieran de las instituciones y se pueda sanear una estructura podrida y en descomposición).


Pero ese no es el caso. El caso es que hay una realidad. Y es que los valencianos han otorgado al bipartidismo 54 diputados frente a los 45 de los otros partidos. Que de entre los aproximadamente 2.488.790 de votos, sólo los dos grandes partidos, aglutinan 1.158.372. y que el resto, se reparte entre tres. Reconozco que nunca he sido buena en matemáticas, pero a pesar de lo que vendan todos los medios de comunicación, y de que aritméticamente es posible que los menos votados sumen suficientes diputados para intentar gobernar, lo matemáticamente cierto es que el pueblo valenciano ha hablado, y ha elegido al PP como fuerza política más votada y al PSOE como segunda opción. Podían haber elegido a Compromís. Podían haber elegido a Ciudadanos. Podían haber elegido a Podemos. Pero han elegido al PP y al PSOE.


Y yo me pregunto, ¿por qué los políticos valencianos siguen poniendo las cosas tan difíciles?, ¿por qué no ven las cosas tal y como son?


Repito. NO me gustan ni PP ni PSOE. No he votado a ninguno de los dos. Pero el sentido común, la responsabilidad y el anteponer de verdad los intereses de la gente frente a los personalismos políticos, dice que lo sano sería un pacto entre las dos fuerzas más votadas. Me da igual quién sea el presidente. De un color o de otro. Pero entre los dos. Sólo dos.


Sin tener que vender el alma al diablo. O mejor dicho, a una horda entera.


Y lo mismo valdría para cualquier ayuntamiento, comunidad, pueblo o aldea. Muchos países civilizados funcionan así. Y no diría yo que les va tan mal.........


El Pacto. El único pacto decente es el de la unión de los dos grandes partidos. Los dos grupos con estructura, historia y experiencia como para hacer un frente común a estos difíciles momentos.


Con todos los corruptos en la cárcel. Con todos los ladrones en el banquillo. Con todos los indecentes frente a un juez.


Ese debería de ser el primer acuerdo. Y después, hacer el trabajo que se les ha encomendado. Gobernar. Con garantías, con seguridad.


Esta es mi humilde y rara opinión. ¿Alguien cree que sería posible?