lunes, 25 de noviembre de 2013

HAY QUE SER COHERENTES....


   Viernes. 22 de Noviembre de 2013. 20:30 horas. Basílica de Nuestra Señora de los Desamparados. Asisto a la Misa con la que los "Eixidors del Trasllat de la Mare de Déu"  celebramos nuestro propio "Mig Any", es decir, que sólo falta medio año para nuestro día grande, el día en que nuestra Madre vuelve a salir de su hogar, para ser llevada, piropeada, celebrada y adorada por los valencianos.

   Don Juan, párroco titular de la Basílica, comienza la Eucaristía y llegados al momento del sermón, nos sacude con estas palabras: "todos somos Templo de Dios, porque Dios está en cada uno de nosotros, por eso, hay que ser coherentes. Coherentes con nuestra vida. Coherentes con nuestros hechos. No basta con venir a la Iglesia a rezar, si al salir de ella somos injustos o crueles con nuestros semejantes. Hay que ser coherentes con lo que predicamos, y si queremos ser verdaderos Hijos de Dios, hemos de cumplir su voluntad, y amar y perdonar al prójimo. Pues el Último Día, Jesucristo nos preguntará, ¿has sido coherente?, ¿has huido del mal y has procurado no dañar a tus semejantes?, ¿has vivido realmente según tu fe y has cumplido verdaderamente sus preceptos?......" (discúlpeme Don Juan, si las palabras no son exactas, pero estoy segura de que el mensaje que intentó transmitirnos está contenido en mi libre reproducción de su homilía).

   Bien, pues cual Scarlet O'Hara en la ventosa película, a Dios pongo por testigo de que caló su arenga, Don Juan.

   Y tras resonar en mi cabeza sus palabras durante todo el fin de semana he sacado dos conclusiones. La primera, que es la predicación más certera que he oído nunca tras un púlpito, pues el mundo está lleno de beatos y beatas hipócritas, que entran y salen de los Templos a diario, que son dueños y señores de varales de palios y tronos o andas. Salen de la Casa de Dios bien vestidos, con sus mejores sonrisas y contentos de hacer ver al resto del mundo que son los mejores cristianos, pues ellos cumplen con el culto debido, llaman al párroco por su nombre y se encuentran inter pares entre cofrades y curas, entre capillas y cirios, entre biblias e himnos. Pero una vez cruzado el umbral de la Santa Ara, son capaces de apuñalar por la espalda, vilipendiar, mentir, venderse, incumplir promesas, anteponer el más puro de los egoísmos a la tranquila vida de los demás. Son los y las primeros/as en difundir rumores, alimentar rencillas, albergar rencores y favorecer castigos. Son maestros de la doble moral, del disfraz y del engaño. Malditos ejemplos vivientes de la incoherencia y la mezquindad.

   La iglesia católica nos dice que debemos acudir a la Iglesia y observar sus enseñanzas, pero yo os digo, queridos leyentes, que os cuidéis de aquellos que sólo van a la Iglesia de su barrio o de su pueblo, de aquellos que gustan de salir en todas las procesiones, de aquellos que de repente ven la luz y abrazan los extremos de la Fe. Pues la limpieza de corazón y el verdadero cristiano no está en el portante de cirios o asiduos a fiestas de guardar. Guardaos de los beatones de pueblo que se olvidan de limpiar sus almas y creen que basta con pisar las iglesias a diario con ropas limpias.

   Vale más un creyente que pisa los suelos sagrados sólo cuando su alma se lo pide, que las más de las veces lo hace en Iglesias o Capillas alejadas de su entorno, que no conoce todas las oraciones pero habla de verdad con el Padre o la Madre, que se sabe pecador y sólo pide ayuda para soportar los embates de la vida con toda la dignidad con la que le sea posible. Ese es mil veces mejor cristiano. Porque es mil veces más coherente.

   La segunda conclusión sacada este intenso fin de semana, es que llegará un momento en que yo deba enfrentarme a las preguntas del Hijo, en que yo deba leer en mis tripas si he sido coherente, si he huido del mal y he procurado no dañar a mis semejantes, si he vivido realmente según mi fe y he cumplido verdaderamente sus preceptos. Y la respuesta será: NO.

   Pues he procurado ser coherente cada uno de los días de mi vida, he procurado huir del mal, jamás he tenido pretensión de dañar a nadie, he procurado vivir siempre según mis principios y me he mantenido firme ante las tentaciones de dinero o poder. Pero no he podido poner la otra mejilla. No he podido perdonar a quién le ha hecho daño a los míos. No he podido ver en los demonios los ángeles que algún día fueron. Ni creo que pueda hacerlo nunca.

   Esa es mi realidad. Esa es mi cruda verdad. Y así me presentaré ante Dios en mi último juicio. Coherente. Hasta el final. Y tendré que decirle, lo intenté, pero me hiciste demasiado fuerte y por eso fui débil, no pude perdonar. Tu me conoces mejor que nadie, Tu sabes realmente lo que vive en mi. Soy coherente. Pecadora, pero coherente. Y asumiré las consecuencias. Hasta la última de ellas.

   Yo he hecho la reflexión, he rebuscado en lo más hondo de mí y he hallado respuestas. Vosotros, malditos bastardos escondidos tras máscaras de buenos chicos y de gentiles cristianos, ¿sois capaces de enfrentaros a las preguntas?. Y sobre todo, ¿seréis capaces de seguir viviendo con sus respuestas?.

   Aunque en realidad, no importa. Llegará el día en que todos debamos rendir cuentas. Y allí se descubrirá la verdad de nuestra coherencia.

martes, 19 de noviembre de 2013

BUSCANDO LAS 7 DIFERENCIAS....


   Esta mañana me he levantado de la cama y lo primero que he hecho es mirarme bien en el espejo. Y no vayan a creer, mis queridos leyentes, que lo he hecho por vanidad o pruebas de nuevos modelitos. Buscaba, cual pasatiempo de semanario, mis siete diferencias.

   Y es que, según la opinión popular, yo soy un bicho raro. Y si yo lo soy, por extensión hay un mundo de gente que lo es, de lo que puedo dar fe porque conozco a algunos.

   Cuenta la leyenda que si eres de derechas, has de ser rico, franquista, azote de los pobres trabajadores, defensor de las torturas y la esclavitud, opresor, xenófobo y pijo. Vamos, la viva imagen del mismísimo Belcebú.

   Y con esas, yo me he levantado buscando los vestigios de mi raza, pero, mire usted por dónde, no he encontrado ni rastro de los cuernos, el rabo o el tridente del Príncipe de los Infiernos.

   Y por tanto, ya no sé quién o qué soy. Pues ni soy rica, ni franquista, ni azote de los pobres trabajadores, ni defensora de las torturas y la esclavitud, ni opresora, ni xenófoba, ni pija (bueno, puede que esto último lo sea un poco, si a ser pija se le llama a que me guste combinar el color de los zapatos con la blusita del día.....), no me he encontrado ni huella de mis supuestos hermanos demonios que pueblan el inframundo, con lo cual, según las leyes establecidas, debo de ser de izquierdas.

   Y me vuelvo a mirar en el espejo. Y busco en mis ojos la respuesta. Y me dicen que no. Que siempre he considerado a la izquierda el equivalente a la hipocresía.

   Porque según el teólogo de la liberación Frei Betto, "Ser de izquierda es, desde que esa clasificación surgió con la Revolución Francesa, optar por los pobres, indignarse ante la exclusión social, inconformarse con toda forma de injusticia." Y hasta ahí, más o menos, vamos bien. Pero es que en 1848 llegaron un tal Karl Marx y un tal Friedrich Engels  y escribieron primero "El Manifiesto Comunista" y después "El Capital", (publicado en 1867) donde establecieron las nuevas bases del Socialismo utópico, para plantear el denominado Socialismo científico, rechazando la reconciliación de clases que propugnaban los utópicos y promoviendo la lucha de clases como medio para instaurar un nuevo sistema político en el que el proletariado conquistara el poder. 

   Y aquí es donde empieza a fallarme la teoría. Porque si básicamente, la teoría dice que la izquierda está en contra de la exclusión social, en contra de cualquier forma de injusticia y ha de optar por los pobres y proteger, no entiendo muy bien cómo casa eso con que se promueva la instauración de un nuevo sistema político fundamentado en el rechazo de la reconciliación de clases para conseguir que el proletariado conquiste el poder.

   Vamos, traducido al castellano más puro, que no me molan ni los ricos ni los que mandan, y por eso el rico y el que manda, quiero ser yo. Y no sé ustedes, pero yo a eso no lo llamaría ser muy optante por los pobres, indignado por la exclusión social o inconformista con toda forma de injusticia. Sino más bien, propugnar una cosa pero hacer otra. Decir que yo soy del pueblo, con chaquetas de pana, pero llenarme los bolsillos. Decir que el gobierno debería ser de todos, pero matar porque el sillón sea mio, sólo mío. Decir que defiendo a los pobres, pero desde hoteles de lujo, yates, mariscadas o "amistades" con mejicanos llegados a la cumbre del ranking anual de Forbes.

   No. Yo no soy de esos. No tengo cuernos ni rabo. Pero entiendo que sin empresarios ricos que se jueguen su patrimonio, no hay trabajadores que puedan tener su sueldo. Entiendo que todos queremos progresar en la vida y que no es malo aspirar a tener más dinero y/o más empresas. Entiendo que las diferentes clases existen y existirán, y que no es objetivamente malo. Entiendo que vender lo contrario es hipócrita y cruel. 

  Opto porque los pobres puedan dejar de serlo y puedan optar a un trabajo digno que les proporcione una vida digna. Me indigno ante la exclusión social, pues considero que todo ser humano tiene, por naturaleza, la misma condición y los mismos derechos. Soy absolutamente inconformista con toda forma de injusticia. Soy una trabajadora como cualquier otra. Abomino de los abusos y la corrupción. Y soy de derechas. Y no estoy loca.

   Porque creo que debe haber riquezas para que haya derechos. Porque no creo en vender utopías al estilo comunista que luego dejan a los países que los sufrieron agonizantes y rotos. Porque reconozco que la calidad humana es imperfecta y que la tentación puede con la mayoría de los espíritus. Aunque luche contra ellos. Porque no quiero ocultar que para que el mundo sobreviva, debe existir un equilibrio de clases, aunque no me guste. Porque la ciencia lo dice. Y la experiencia lo dice. 

   La ideología perfecta es la primigenia de izquierdas. Pero es una utopía. No puede existir porque el ser humano no lo permite. Porque no está preparado.

   Yo solita lo he pensado. He reflexionado. He valorado. He puesto en marcha mi balanza. No tengo cuernos ni rabo. Se puede ser de derechas y no ser rico, ni opresor, defensor de los derechos de los trabajadores y trabajador. No tengo envidia de los ricos ni los critico porque un día pusieron sus ahorros en riesgo y les salió bien. He encontrado mis siete diferencias. Y me siento orgullosa de ellas. Aunque muy pocos las entiendan.
   

lunes, 11 de noviembre de 2013

SODOMA Y GOMORRA


   Cuenta la tradición cristiana que Sodoma y Gomorra eran dos ciudades situadas muy cerca una de la otra, en una llanura junto al Mar Muerto.
 
   Su historia se lleva a cabo primordialmente en el Génesis 19, donde Dios reveló a Abraham que destruiría Sodoma por medio de fuego y azufre, porque su pecado era muy grave e irreversible. Según Ezequiel (16:49-50) indicó claramente el motivo de la cólera divina cuando dice: “He aquí que esta fue la maldad de Sodoma: soberbia, saciedad de pan (en el Hebreo esta frase literalmente significa comer hasta vomitar), y abundancia de ociosidad tuvieron ella y sus hijas; y no tendió la mano al afligido y al mendigo. Y se llenaron de soberbia y abominaron de mi Ley.”  Ahí se relata que Dios sentenció a la destrucción a estas ciudades por la perversión abyecta de sus habitantes, por faltar a la ley del Amor que implica el respeto del prójimo, del otro, porque rechazaron su Amor en los mensajeros divinos, porque fueron crueles, egoístas. 

 Aún ante los designios Divinos, el libro sagrado cristiano nos cuenta que Abraham intercedió por los justos de la ciudad, y Dios le repuso que no la destruiría si, al menos, encontraba cincuenta justos en la ciudad. Y así, al no encontrar el profeta cincuenta justos, Dios permitió a Abraham seguir intercediendo hasta que éste se convenció de que en Sodoma no había ni diez justos.

   Y por fin, el Todopoderoso "hizo llover sobre Sodoma y Gomorra azufre y fuego, destruyó estas ciudades y cuantos hombres había en ellas" (Gn 19, 27-28)".

   Desde entonces, este pasaje de la historia de Sodoma es utilizado universalmente como ejemplo de cómo los pecadores son castigados. 

   Personalmente, creo que el mundo en que vivimos se ha convertido en una réplica aplicada a la máxima potencia de las ciudades pecadoras del Antiguo testamento y no ha de tardar el justo fuego abrasador que nos destruya. Pues al igual que en los albores de la Historia, las ciudades bíblicas se abandonaron a la soberbia, a la gula, a la envidia, a la lujuria, a la pereza, a la ira y a la avaricia, nuestros congéneres han convertido aquellos hecho en simples juegos de niños, pues han llegado a perfeccionar el abuso de los llamados pecados capitales hasta límites nunca antes imaginados. 

   Pues bien, estos días, en mi tierra, mis semejantes viven azorados la noticia de que el Gobierno comunitario ha decidido cerrar la Radio y Televisión Valencianas. Y he ahí la razón por la que traigo hoy aquí las enseñanzas de los Sagrados Textos, pues, siendo como soy políticamente incorrecta, fue la imagen que me vino a la cabeza al conocer la noticia.

   He de dejar claro, antes de describir mi personalísima opinión al respecto, que sé, entiendo, culpo y acuso a los distintos Gobiernos valencianos, a los partidos que los han sostenido, a sus Presidentes: Lerma, Zaplana, Olivas, Camps y Fabra, a las oposiciones de cada momento y a la maldita lacra de los sindicatos, del deshonroso cierre que en pocas fechas acaecerá en nuestra radio y televisión autonómicas. Ellos y no otros, consiguieron que el ente público se pervirtiera del mismo modo que el resto de instituciones. Que se convirtiera en otro cajón de sastre en el que devolver favores y conseguir adeptos en forma de sueldos generosos a cambio de pocos esfuerzos. Y así, jugando vilmente con el juguete de la tele, los sindicatos y su partidos enchufaban y callaban, sacaban y metían sin miramiento y sin pudor, hasta llegar a romper el cántaro que no soportó más líquido para el que había sido construido. Mataron a la gallina de los huevos de oro. La avaricia y la soberbia les llevó a todos a olvidarse de lo principal, y es que los recursos no son ilimitados y más temprano que tarde el desequilibrio se volvería insostenible. Y sin despeinarse, oigan.

   Una vez dicho esto, y demostrada la irritación y el asco que me produce, paso a mi modo revolucionario, y me dispongo a decir lo que muchos piensan y pocos dicen. Lo que muchos de los cainítas que me leen considerarán una locura y les llevará a echarse las manos a la cabeza. 

   Y es que si los trabajadores y personal del ente público podían tener algo de empatía o de apoyo por mi parte, lo lanzaron por la borda del hundiente barco en que navegan apenas unos minutos después de la noticia.

   Y es que, por lo visto, de repente, han visto la luz. En el momento en que supieron que se acababa el chollo, mordieron la mano que les dio de comer. De repente, se convirtieron en justos y "admitieron" que durante 25 años habían sido manipulados, maltratados, vejados y escarnecidos. Jamás pudieron dar las noticias de forma objetiva. siempre fueron teledirigidos. Siempre fueron humildes siervos de sus señores feudales y cumplieron al pie de la letra las leyes que su noble les proponía.

   ¿Y eso ha de hacerme sentir pena por ellos? ¿Que decenas de periodistas aleguen que se pasaron por el forro su ética profesional, el código deontológico que les inculcaron en la universidad? ¿Que mancillaron la noble profesión del periodismo, verdadero servicio público, cuyo cometido es contar lo que se ve e indagar en lo que no se ve? ¿Debo defender a gente que dice llamarse profesional, cuando, según ellos mismos declaran, durante 25 años dejaron su profesionalidad en la puerta, día tras día a cambio de recibir su suculento cheque a final de mes?

   Abomino de ellos. Aborrezco su servilismo y su falta de dignidad si eso es cierto. No soporto a las personas que carecen de principios y son capaces de cualquier cosa a cambio de beneficio personal. 

   Y si es mentira, los abomino y aborrezco aún más por utilizar sucias tretas para intentar conseguir mantener sus privilegios. 

   Ahora, cuando ven el final de su chollo, se erigen en garantes de nuestra lengua y nuestra cultura. ¿Qué lengua, señores? ¿El valenciano que no han hablado NUNCA? ¿Qué cultura? ¿La misma que durante tres años seguidos os llevó a no retransmitir las "Cremàs" porque estabais en huelga? ¿En ese caso, hurtar a los valencianos de su cultura sí estaba justificado?

   ¿Acaso Valencia no tiene una Historia riquísima formada a través de los siglos, sin que hubiera existido Canal 9? ¿Existe algún acto, tradición, celebración o enseñanza nueva que haya nacido en las tripas de RTVV o a través de ella? ¿Los valenciano parlantes lo fueron, somos y/o lo seremos gracias a Canal 9? ¿O más bien a pesar de ella?

   ¿Por qué ese modo de menospreciar a compañeros de profesión de otras cadenas valencianas, minoritarias, pero vivas, arrogándose la única posibilidad de llevar al pueblo valenciano las imágenes de nuestras costumbres? Y sobre todo, ¿por qué narices utilizáis la Sagrada imagen de nuestra Santísima Virgen de los Desamparados para conseguir vuestros fines?

   No, señores, no. Lo siento pero no tienen mi apoyo ni mi respeto. Como valenciana y ex-asidua espectadora de Canal 9, no voy a mover un dedo para intentar cambiar la opinión del Consell. Si esta es la casta que puebla esa casa, mejor que la cierren. No quiero que las pequeñas generaciones de mi casa aprendan, también por la tele, la hipocresía y la deslealtad que asola hoy el mundo. Con todo el dolor de mi corazón, prefiero que el inexorable velo de la muerte y el olvido se pose sobre toda esta mierda y que con su ayuda, dentro de unos años, podamos recordar sólo las partes buenas de estos 25 años.

   En cualquier caso, y por si no se les había ocurrido, les transcribo las sabias palabras de una madre, la mía. ¿No quieren cerrar?, ¿De verdad se han dado cuenta de que el pueblo valenciano necesita información objetiva, cultura y ayuda? Demuéstrenlo. Readmitan a todos sus compañeros despedidos por el ERE. Con el mismo presupuesto que tienen actualmente. El mismo dinero que nos cuesta HOY a los valencianos. La cifra con la que la vida de RTVV es sostenible. Cójanlo y repártanlo entre ustedes como consideren más justo.

   Encuentren los cincuenta justos en Sodoma, y volveré a creer en ustedes.

   Si como Abraham, no son capaces ni de encontrar diez, que paguen justos por pecadores. Que llueva "azufre y fuego, y destruya esta ciudad y cuantos hombres haya en ella".


lunes, 4 de noviembre de 2013

"¿TU TAMBIÉN, HIJO MÍO...?"

 
   Ayer, por esos caprichos del destino, durante todo el día me encontré con varias alusiones, unas más directas, otras más sutiles, a la traición y los traidores.

   Esas extrañas coincidencias, me hacen pensar siempre que no son tales, pues no creo en las casualidades, sino más bien señales del universo, o de Dios, o vete tu a saber si del infierno, que me invitan a plantearme, o las más de las veces, re plantearme, mis sentimientos, mis aprendizajes y/o mis avances o retrocesos al respecto.

   Hace tiempo, como bien recordarán mis queridos leyentes, dediqué un post en este mismo blog, a los grandes traidores de la Historia, dando pinceladas de sus traiciones y sus traicionados. Contaba en él los detalles que las crónicas nos dejaron en cada uno de sus casos, y afirmaba que el tiempo les ha dado su lugar y la memoria que se merecieron. Al igual que los traicionados. Pues ellos también se ganaron el recuerdo a fuego de sus nombres y sus espacios en los anales. Porque siempre, detrás de una traición, hay un traicionado. Porque siempre, detrás de una traición, hay un vacío. Porque siempre, detrás de una traición, hay dolor. Porque siempre golpea. Siempre duele. Siempre indigna. En tiempos pasados, llegando generalmente a la muerte física del vendido. En los actuales, propiciando la penumbra del alma de la víctima de la conspiración.

   Pero las traiciones no son cosas del pasado. Y es que cada uno de nosotros, por desgracia, también podemos contar nuestras propias experiencias. Hoy. Ahora. Nos hemos topado con esos depredadores sin escrúpulos. Hemos comprobado que no importa la edad, el sexo o la nacionalidad para convertirse en un vendido. Que el alma humana puede ser tan negra o más que la de nuestros antepasados, y que esta es una historia de la que algunos jamás aprenderán. Que por desventura, serán muchas las confianzas que quedan por ser vulgarmente soslayadas.

   El consuelo, que siempre, detrás de una traición, hay una lección. Que al final, los traicionados SIEMPRE salimos más fuertes del envite. Y más listos. Que aquellos que gozamos de la fatalidad de llevar cicatrices en nuestras espaldas, y hemos podido levantarnos de esa gran caída, conocemos ya por siempre los movimientos de un traidor. Leeremos siempre ya en sus ojos el odio que ocultan, y el vacío. Hemos aprendido a jugar en sus juegos sin reglas, a sobrevivir en su jungla sin leyes. Gracias por la lección, hijos de puta.

   Y tras el resurgimiento, llega la duda moral; ¿olvidar?, ¿perdonar?. Y es que si a los traicionados nos dolió, fue porque nuestro concepto del bien no estaba mutilado. Porque en nuestro interior habita un alma buena, más feroz o más humilde, más arriesgada o más callada, más voraz o más sobria, pero limpia y sana, blanca y honesta. Y esa es la crisis. Ser fiel a tu naturaleza, o convertirte en una bestia sin escrúpulos como aquellos que te llevaron al borde del abismo.

   Personalmente, hace tiempo que esas aguas se calmaron. Hace tiempo que la tormenta pasó. Pero ayer "las señales" no hicieron más que obligarme a preguntar a mi propio yo: ¿olvidaste?, ¿perdonaste?, ¿o te han convertido en el monstruo del que abominas?.

   No. No y no. Esas son las respuestas que escupieron mis entrañas. Jamás serás como ellos. Nunca irás por la espalda. No rehuirás ninguna batalla, pero de frente y con la cabeza alta.

   En cuanto al perdón y al olvido, Maquiavelo decía que "la traición es el único acto de los hombres que no se justifica." Y agregaba: "los celos, la avidez, la crueldad, la envidia, el despotismo son explicables y hasta pueden ser perdonados, según las circunstancias; los traidores, en cambio, son los únicos seres que merecen siempre las torturas del infierno, sin nada que pueda excusarlos".

   El Príncipe ha hablado. Y yo, en esta lección, acepto sus palabras.

   Amén.